Testigos Sanos
"Sobre todas las cosas, cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida." - Proverbios 4:23 NTV
Un corazón sano es necesario para testificar lo correcto. Cuando el corazón está enfermo, contagia a otros de odio, amargura, tristeza, depresión, murmuración, envidia y codicia. El corazón dolido (no sano), es peligroso. No solo porque siempre se siente ofendido, sino porque marca a su familia y es una cadena que no para.
Algo que Dios nos pide es guardar. Guardar es una responsabilidad, algo personal. No tiene que ver con alguien externo; conocemos a Dios, y Él nos hace libres. Puedes venir de un lugar donde te lastimaron sin conocer a Dios, pero cuando uno conoce la Palabra, es responsable del estado de su propio corazón.
No se trata de mi papá, mi mamá, mi amigo, el novio, la relación, la iglesia, el líder, el mentor. Es mi propia responsabilidad. Sé que es fuerte, pero es real: el estado de mi corazón depende solo de mí.
José el soñador tenía todo para destruir a su familia, pero comprendió lo que le dolió, sanó y fue libre para vivir el sueño de Dios. No fueron ustedes, les dijo a sus hermanos; fue Dios quien permitió todo. Las situaciones son inevitables, pero la responsabilidad es mía.
¿Cuántas personas abandonan, se mueven, destruyen o contaminan por el dolor cargado? El dolor nos lleva a un estado de amargura, donde todos pueden tener la culpa menos yo, porque hay una herida no sanada.
El Espíritu Santo quiere llevarnos a otro nivel, siendo testigos sanos, pero para que eso suceda, necesitamos curar las heridas de nuestro corazón para convertirnos en instrumentos sanos que puedan ayudar a aliviar a otros.
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” - Hebreos 12:14 RVR1960
Si realmente queremos ver a Dios, la santidad no será suficiente. Debemos buscar la paz con los que nos rodean. ¿Cómo podemos predicar de un Cristo que perdona, si nosotros no perdonamos?
¿Cuántas ofrendas tenemos rechazadas en el cielo? “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” - S. Mateo 5:23-24 RVR1960
Tenemos que ser responsables de nuestro corazón. Todo lo que hay en tu corazón de división no prosperará. Si tu corazón está dividido entre perdonar o no, no podrás prosperar, no importa cuánta Palabra sepas o cuánto hagas. Es un principio tan básico que a veces pasamos por alto. Un reino dividido no prospera, como te mencionaba anteriormente; no es la iglesia, no es tu familia, eres tú. El orgullo y la soberbia no nos dejan perdonar, porque nos hacen creer que nosotros hicimos todo bien y nos coloca en el lugar del ofendido sin darnos cuenta que tambien hemos lastimado a los demás .
El Espíritu Santo está buscando testigos sanos que no se apaguen con una ofensa, porque se saben portadores del sueño de Dios. Nuestra actitud testifica al Dios que tenemos sentado en el trono de nuestro corazón. ¿Has escuchado con atención cómo habla una persona? Presta atención a sus palabras y conocerás el estado de su corazón. Dolor que no sana, vida que no es responsable con su corazón vivirá en amargura y será un peligro generacional que no se detendrá hasta que alguien se haga cargo y se vuelva responsable de sanar su historia.
A veces esperamos mucho de las personas, pero en el único en quien debemos esperar es en Jesús. ¿Cuánto tiempo llevas guardando todas esas ofensas? ¿Cuánto ha florecido la ofensa en ti? Toma hoy la responsabilidad de sanar tu corazón, porque a unos pasos hay alguien tan imperfecto como tú y como yo que sin quererlo puede lastimarte.
Por eso, la Palabra es clara al decirnos: “Guarda tu corazón”. No permitas que el rencor florezca en ti; más bien, aprende a guardar tu corazón y desechar la ofensa.
Ap. Mariana gonzalex
Foto de Ante Gudelj en Unsplash