Si fueras un árbol, ¿Qué árbol serías?
El mejor contador de historias, está llegando al final de su sermón y cierra con broche de oro narrando poderosas ilustraciones para hacernos reflexionar acerca del fruto de nuestra vida.
Jesús nos habla de dos tipos de árboles, describiendo el fruto que cada uno da para invitarnos a descubrir el estado de nuestro corazón. Tanto los árboles como el corazón del hombre dan fruto de acuerdo a su naturaleza, es decir, no esperamos obtener manzanas de un árbol de peras ni sandías de un viñedo, de la misma forma, no esperamos obtener un fruto bueno de un corazón arraigado en lo malo.
El Principio que ilustra el Señor por medio de esta analogía es que el fruto de nuestra vida nace de la raíz de nuestro corazón.
El rey Salomón nos dice en Proverbios 4.23:
Sobre todas las cosas cuida tu corazón,
porque este determina el rumbo de tu vida.
Y el mismo Jesús en el evangelio de Marcos 7.20 nos enseña que:
—Lo que sale de la persona es lo que la contamina. 21 Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, 22 la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. 23 Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona.
Contrario a lo que hemos aprendido, el problema no está “afuera”, en las circunstancias, en las demás personas, ni en el medio en el que nos movemos, si no en nuestro propio corazón.
Podemos saber frente a qué tipo de árbol estamos parados al examinar su fruto. La misma Palabra los clasifica en Gálatas 5.19, donde vemos el resultado de dos naturalezas diferentes, las obras que nacen de la carne y el fruto del Espíritu:
19 Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, 20 idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, 21 envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios.
22 En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, 23 humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!
Y entonces, si fueras un árbol, ¿qué árbol serías?,
¿Cuál es el fruto que los demás pueden tomar de ti?
¿Es un fruto que alimenta?, ¿uno que sana o es uno que enferma?, uno que endulza la vida de quien lo consume o la amarga?, uno que envenena o uno que purifica?
Imagen: Foto de Quin Engle en Unsplash