La Venenosa
¿Sabías que una de las mordidas más letales del reino animal es la de la cobra?
Estos reptiles atacan a sus presas escupiendo o inyectando su veneno a través de una mordedura que trae consecuencias letales para sus víctimas. Cuando una persona llega a ser mordida por una de estas peligrosas depredadoras, esta le puede provocar la muerte; en caso de que la víctima llegue a sobrevivir, el efecto necrosante del veneno destruye los tejidos vivos y provoca la pérdida de la extremidad afectada.
La palabra de Dios nos enseña que la amargura tiene efectos similares a los del veneno, pues viene a destruir nuestra vida y la de las personas que nos rodean.
"Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos."
Hebreos 12:15 NTV
Cuando nosotras permitimos que el veneno de la amargura tenga lugar en nuestro corazón, los efectos necrosantes de este enemigo nos hacen incapaces de recibir la gracia de Dios. Nos es amputado el gozo, la fe, la paz, e incluso nos lleva a una muerte espiritual.
Pero, ¿cómo llega la amargura a nuestro corazón?
A lo largo de nuestra vida podemos enfrentar situaciones que afectan nuestro corazón: traición, abandono, rechazo, entre otras cosas que provocan heridas profundas en nosotros. Esto nos lleva a guardar rencor y a darle lugar a la ira y a la amargura.
Una persona que vive en amargura es incapaz de disfrutar las bendiciones que Dios ha puesto en su camino, vive en una total negatividad y atesora el dolor que provoca la ofensa, quejándose constantemente de lo ocurrido en el pasado.
"Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete."
Mateo 18:21-22
Jesús nos enseña que debemos tener una capacidad imparable de perdón ante estas situaciones, incluso si las personas no lo merecen.
Todo veneno tiene un antídoto, y Jesús ha venido a darnos uno contra la amargura: el perdón. Él perdonó toda nuestra maldad a través de su sacrificio en la cruz, transformó nuestras vidas y cortó el pecado de raíz.
¡El perdón nos trajo libertad!
No permitas que la amargura reine en tu vida y contamine todo lo que te rodea, rinde tus cargas delante de Dios, toma la decisión de perdonar y se libre.
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