¿Dónde quedó tu testimonio?

¿Dónde quedó tu testimonio?

Y también hay muchas otras cosas que Jesús hizo, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén. Juan 21:25

Si escribiéramos todo lo que Jesús ha hecho en nuestras vidas, no existirían los suficientes libros para poder contarlo todo. Pero la realidad es que no hay tantos libros de testimonios de Jesús, porque muchos testigos pierden su testimonio al pasar el tiempo.

Hay gente que, al ser testigos de un evento, quedan tan afectadas que no pueden volver a ser los mismos.

En Juan 9, la Biblia nos habla de cómo Jesús sana a un ciego de nacimiento. “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva, untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado).

Los milagros sucederán, pero es necesario salir de la geografía en donde te encuentras.

En esta historia, Jesús le dice al ciego, “ve y lávate”. Esta no era una misión sencilla para un ciego; sin embargo, el ciego obedeció y recibió la sanidad.

Muchos quieren recibir su milagro sin moverse y dicen: "Pastor, quiero encontrar el mejor trabajo aquí dentro de casa sin tener que salir o, en otras palabras, sin tener que esforzarme". Y las cosas no suceden así. Tienes que salir de la geografía de tu casa para recibir tu milagro."

Fue entonces, se lavó y regresó viendo. 8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es este el que se sentaba y mendigaba? 9 Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy. 10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? 11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; fui, me lavé, y recibí la vista. 12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No sé. 13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14 Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo y le había abierto los ojos. 15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo en los ojos, me lavé

y veo. 16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos. 17 Volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.

18 Pero los judíos no creían que él había sido ciego y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, 19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es este vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? 20 Sus padres respondieron: Sabemos que este es nuestro hijo, y que nació ciego; 21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo. 22 Esto dijeron sus padres porque tenían miedo de los judíos, ya que los judíos habían acordado que si alguien confesara que Jesús era el Mesías, sería expulsado de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.

24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; sabemos que ese hombre es pecador. 25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. 26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? 27 Él les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír. ¿Por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?

El joven al que se le abrieron los ojos no entendía cómo había sanado de la ceguera; lo único que comprendía es que antes no veía y ahora podía ver. Esto es lo que sucede cuando tenemos un encuentro real con Jesús: no alcanzamos a entender qué es lo que pasó, pero sabemos que ya no somos los mismos que éramos antes.

Algunos piensan que es necesario aprender teología para presenciar los milagros de Dios. Sin embargo, ¿cuántos aquí usan el celular sin entender toda la tecnología que está detrás de eso?

En la Biblia, encontraremos cosas que no comprendamos, pero aun así los milagros seguirán ocurriendo, y nosotros estamos llamados a testificar. Enfrentamos la verdad en Apocalipsis 12:11, donde la victoria se alcanza a través de la sangre del Cordero y el testimonio.Recuerda que la sangre de Cristo está disponible para todos, pero la calidad de nuestro testimonio depende solo de nosotros.

Satanás constantemente buscará afectar nuestro testimonio de cualquier manera y utilizará a cualquiera que se deje. Ciertamente, no puedes evitar lo que la gente hable de ti, pero sí puedes cuidar tu testimonio ya que el testimonio es tu credibilidad.

En Juan 10:10, Jesús nos alerta sobre el ladrón que busca hurtar, matar y destruir. No solo enfrentamos desafíos externos, sino también la amenaza de perder nuestro testimonio por lo que decimos de otros. ¿Qué tan cuidadosos somos al hablar de nuestros hijos, cónyuges, compañeros de iglesia o cualquier persona?

En ocasiones, lo que diga la gente no te afectará. Pero, ¿qué tal el testimonio dentro de casa? La gente te dice: '¡Ay, qué bonito tu hijo!' Y tú... pues, es que no lo conoces, es un vago y muy burro. Los padres hablando mal de sus hijos. O alguien de la iglesia que ni conoces, pero ya estás hablando mal de esa persona. Nos prestamos a ser instrumentos de destrucción de testimonios y le damos la victoria a Satanás."

A lo largo de nuestra vida, podemos experimentar diferentes tipos de 'caídas' en nuestro testimonio.

CAÍDAS PROPIAS:

El testimonio se desvanece en las caídas propias, y el amor se enfría cuando dejamos que las ventanas de la duda y la comparación se abran en nuestros corazones y hogares

Mateo 24:12 “y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.'

Como pastor, me toca ver personas que se casan y al principio son los más felices, pero tiempo después comienzan a tener problemas y terminan odiándose. ¿Dónde quedó el testimonio? ¿Dónde quedó el amor que al principio se prometieron?

Personas que nos piden que oremos por su trabajo y después terminan aborreciendo lo que hacen. ¿Dónde quedó su testimonio? ¿Dónde está la pasión que los llevó a orar por laborar ahí?

Ahora que viene la temporada de frío, dicen: 'Cierra la ventana para que no entre el frío.' Pero entendamos una ley de la termodinámica: el frío no entra; el calor sale. Cuando abrimos ventanas, el amor se sale. Si el matrimonio es de dos y está bien cerrado, el amor no tendrá la oportunidad de escaparse.

Ahora mi pregunta es: ¿Dónde está el testimonio de lo que empezaste? La realidad es que, si no lo cuidaste, posiblemente el amor ya se haya enfriado y el testimonio esté perdido.

Gente que viene apasionada a la iglesia y, tiempo después, deserta porque permitieron que se abrieran ventanas que hicieron que el amor se enfriara; dejaron que el calor se saliera.

Un buen testimonio no es algo gratis, es algo que se tiene que cuidar. Cuando un hombre permite que una ventana se abra y comienza a escuchar lo que una mujer extraña le dice, o comienza a mirar a una mujer que no es la suya, el calor en casa comienza a salirse.

Cuando comparas a tus hijos con otros muchachos, lo único que estás haciendo es dejar que el calor de la casa se salga y se enfríe el corazón de la familia.

Recordemos siempre que como iglesia, nuestro trabajo es guardar el testimonio de los que nos rodean.

Hoy te pregunto: ¿De quién estás dispuesto a proteger el testimonio? Hay familias que, aunque vivan bajo el mismo techo, se forman bandos: el bando de papá con un hijo y el bando de mamá con otro hijo. Pero eso no debe ser. Debemos aprender a mantener el calor en la casa.

A todos nos gusta sentirnos respaldados, tener a alguien que nos ayude a cuidar nuestro testimonio, pero ¿cuántos testimonios cuidas tú?"

TE DEJARON CAER

Vamos a 2 Samuel 4:4: “Jonatán, hijo de Saúl, tenía un hijo lisiado de los pies. Tenía cinco años cuando la noticia de la muerte de Saúl y de Jonatán llegó de Jezreel, y su nodriza lo tomó y huyó. Sucedió que, al huir apresuradamente, el niño se cayó y quedó cojo. Se llamaba Mefiboset.”

Nuestro testimonio puede verse afectado porque alguien te dejó caer. Posiblemente tenías una historia y alguien te defraudó, fuiste despedido, sucedió algo en el matrimonio o una injusticia, una persona que te juraba fidelidad no cumplió, tal vez tus padres te dejaron caer, porque papá o mamá, que eran los que te sostenían, o alguien dentro de la iglesia, a quien admirabas, te dejó caer y desde entonces ya no puedes volver a ser el mismo. En ocasiones podemos llegar a pensar que lo que nosotros hacemos no afecta a nadie, sin darnos cuenta de que realmente estamos impactando la vida de quien nos rodean

DIOS INTERVINO Y CAMBIÓ TU TESTIMONIO

Génesis 32:22-30 nos cuenta la historia de Jacob que se encontró con Dios y fue dislocado del muslo, y a partir de ese momento ya no pudo caminar igual.

Por momentos, tienes el testimonio “limpio”, pero Dios interviene. Y entras a una a una situación médica o algo que está fuera de tus manos, pero recuerda que mientras uno cojea, estás fortaleciendo el testimonio de lo que Dios va a hacer adelante.

Por ejemplo, el apóstol Pablo nunca recuperó totalmente la vista. ¿Quién lo cegó? Dios. ¿Quién no lo sanó? Dios. ¿Y sabes por qué no lo sanó? Porque Dios quería desarrollar algo más importante que su vista; quería desarrollar su fe.

Ten presente que si Dios está frenando el proyecto, es porque está desarrollando en ti algo más grande que solo el proyecto.

Debemos cuidar nuestro testimonio porque en el mundo espiritual, el testimonio es con lo que vamos a vencer, sin olvidar que el que vence es Dios, no tú. El testimonio tiene que glorificar a Dios, no a ti.

El está buscando una iglesia que tenga la sangre del Cordero y el testimonio correcto para que pueda vencer. Dios no quiere que seas un saco de boxeo, que solo existas para recibir golpes; Él quiere hacerte un vencedor. Jesús ya puso la sangre, nos toca cuidar el testimonio.

Todos hemos caído por alguna razón, pero enfrentemos nuestras caídas con la actitud de David en Salmos 51.

Aunque caigamos, busquemos preservar el Espíritu de Dios en nuestras vidas. Las caídas pueden ser inevitables, pero incluso en la cojera, fortalecemos nuestro testimonio. En tu peor temporada es cuando tienes la oportunidad de dar lo mejor

Nota para los jóvenes: si, siendo soltero, no eres capaz de cuidar tu testimonio, casado tampoco podrás hacerlo.

Y cierro con Apocalipsis 3:11, donde se nos invita a retener lo que tenemos para que nadie tome nuestra corona. Retener la victoria, el testimonio y la responsabilidad es nuestro llamado.

Así que, amados, los invito a reflexionar sobre su testimonio. ¿Cómo están cuidando la sangre del Cordero y el Espíritu Santo que les han sido dados? ¿Están siendo guardianes fieles de su testimonio en medio de los desafíos y las caídas?

Ap. Víctor González G.

Foto de Marten Newhall en Unsplash